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  • Don Benjamín Maciel Gómez

ORIZABA EN LA RUTA DEL FUEGO OLIMPICO


La llama del viejo Júpiter, traída en la firme diestra de 118 relevos jarochos que fueron parte de los 1969 encabezados por Xristos Papanicolau, encendió los apagados pebeteros del dios Huitzilopoxtli, para unir, bajo el cielo de Anáhuac, a millares de voluntades en un fraternal abrazo.

A las 20.36 hs. del memorable 8 de Octubre de 1968, la Antorcha de la Amistad llegó a Orizaba ondeando a los cuatro vientos su cabellera de fuego, ante la jubilosa mirada de millares de circunstantes, después de un recorrido triunfal de 178 kilómetros por tierras veracruzanas y después de 47 días de travesía desde las sagradas tierras que bajan del Monte Olimpo.

Desde muchas horas antes, más de 80 mil personas desbordaron su entusiasmo por las calles de la ciudad. De la garita de Escamela a las puertas del A.D.O., lugar de la velación, se extendió, doble y nutrida, una ansiosa barrera humana de 6 kilómetros de extensión. La Alameda principal vibró la noche completa con la algarabía del pueblo que, en aglomeración asfixiante, derrochó sana alegría al cobijo de las carpas de antojitos mexicanos y al son de los mariachis, de actualizadas rondallas y conjuntos “a go gó.” A las 20.59 horas, tal como estaba previsto, después de correr serpenteando por las calles principales, entre dos inmensas columnas de jubilosos aplausos, llegó el Fuego del Olimpo a las puertas de la Asociación Deportiva Orizabeña con su motorizada escolta

Enarbolando en la tensa diestra el Símbolo de la Paz y bajo la llamarada de más de 8 mil pares de ojos, el joven atleta Sergio González Escobar, a los pies del pebetero erguido sobre una pirámide, extendió, con solemne gesto, la sagrada flama, enviando a los cuatro vientos el mensaje de la Paz, la Alegría y la Amistad. Desde muchas horas antes de la llegada del fuego el campo estaba repleto. A las 19.30 horas se habían cerrado sus puertas para contener la riada que pugnaba por entrar. Dieron las 20.30 horas y por orden protocolario se izaron la enseña patria, el pabellón de la justa olímpica y los pendones de Grecia, Veracruz y Orizaba.

Cuando el último relevo traspuso el amurallado césped dando una vuelta completa con la llama fulgurante sobre el tapete de verde grama, las gradas se estremecieron con un estrepitoso grito que escapó de ocho mil gargantas...Después siguió una apoteosis con delirante alegría, con júbilo desbordado hasta el paroxismo: Se oían vivas a México, porras, música y gritos entre toques de clarines, redobles de tambores, silbatos de fábricas y el eco, recoleto pero alegre, de todos los campanarios.

Estas muestras de colectivo entusiasmo, de ilimitada emoción, hicieron que el Lic. Juan Manuel Gallástegui, coordinador de la ruta olímpica, profiriera, conmovido, la siguiente exclamación: “Ninguna recepción en la ruta desde Olimpia iguala a la de Orizaba”.

A las 21.10 horas, siguiendo el programa trazado por el H. Ayuntamiento, el Instituto Nacional de Bellas Artes presentó un deslumbrante espectáculo pletórico de colorido y de plástica belleza: “La Alegría del Teocali o Fiesta del Fuego Nuevo”

En gigantesca coreografía que tenía como escenario el anchuroso campo de juego, donde se alzaba, imponente, una réplica perfecta de un centro ceremonial azteca, 800 niños y niñas, portando preciosos trajes mexicas, danzaron al mono ritmo del teponascle y la chirimía, el ritual del dios Xiuhtecuhtli. Terminados los bailables de la bella María Moscholiu, la vestal que encendió la llama en el recinto de Zeus, la escolta internacional de la Tea Olímpica y otros muchos invitados, disfrutaron en el salón principal del Casino Campestre A.D.O. de una cena de gala, ofrecida por cortesía de la Cervecería Moctezuma.

La fiesta se prolongó hasta las primeras horas de la mañana siguiente. La Antorcha de la Amistad seguía crepitando airosa en el suelo orizabeño, rodeada de verdadero cariño y veneración.

Las guardias de velación, en las que participaron las fuerzas vivas, tanto industriales como obreras, clubes sociales y de servicio y muchas entidades y personas distinguidas, se sucedieron cada cinco minutos, desde las 21.50 hasta las 24 horas. A partir de ese momento, el ejército mexicano custodió el pebetero, hasta las 6.40 horas del día siguiente.

El miércoles 9 de Octubre, a las 6.45 en punto, el Dr. Abel del Bosque Uribe, Presidente Municipal de Orizaba, entregó la tea olímpica al corredor en turno, en medio de los aplausos de una multitud entusiasta que madrugó para despedirla. A su paso `por las villas para la siguiente etapa de 41 kilómetros hasta el límite con Puebla, la gente ovacionó la antorcha con gritos emocionados.

En el kilómetro 212 de la carretera corta Puebla-Orizaba, nuestro último relevo, Julio Martínez Vázquez, entregó su preciosa carga al primer corredor poblano, Adalberto Cortés, haciéndole, con tono solemne, la recomendación siguiente: “A nombre de los atletas del Estado de Veracruz, te hago entrega del Fuego del Olimpismo...Te pido que los atletas de tu Estado lo transporten y veneren en la misma forma, para gloria del Deporte Universal...” Con acento grave y firme contestó el interpelado: “Puedes estar seguro que llegará a su destino dentro del marco espiritual que representa...” Y fue así cómo, aquel lejano 1968, bajo los cielos de Pluviosilla, la llama de la Concordia crepitó airosa enviando a todos los pueblos, un fraternal abrazo de Paz, Amor y desbordante Alegría.

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