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  • Don Benjamín Maciel Gómez

¿Y quién es ese señor? Primera de dos partes.


Semblanza biográfica de FRANCISCO GABILONDO SOLER

Estamos en la apacible “Patria de la Llovizna” la bucólica Orizaba de principios del pasado siglo. Corre el año de 1907 y en la casa marcada con el número 57 de la antigua Calle de la Bóveda (hoy número 104 de la calle Oriente 3) viven en matrimonio don Tiburcio Gabilondo y doña Emilia Soler.

Él alterna su trabajo de Contador en un negocio de café con su amor a la Literatura y al violín; y ella las labores de su casa de amplios y soleados corredores, con las blancas teclas de su antiguo piano, al que es muy aficionada.

Llega el 6 de octubre y con él un niño a quien papá Tiburcio, por ser de origen vasco, le llama cariñosamente “PACHI”.

1914 envuelto en un sarape de tragedia asoma su rostro descompuesto en un desesperado gesto de rencor incontenible. La Patria se estremece a los disparos de la carabina 30-30 y del rústico cañón improvisado.

“Pachi” (FRANCISCO GABILONDO SOLER) aprende las primeras letras en la cuna de la intelectualidad orizabeña: el prestigiado colegio de don Manuel Oropeza Ochoa.

A Pachi no le gustan los colegios pero sí los libros... En las húmedas sabanas solitarias y bajo los frondosos árboles de los que a veces pende algún ahorcado, se puebla su despierta fantasía al mágico conjuro de Perrault, los Grimm, Andersen y Hauff, con el apasionante hechizo de los cuentos de la abuela... Hermosas fantasías grabadas para siempre en su alma siempre niña, para ser plasmadas en palabras y notas musicales que harán sentirse siempre niños a niños, a jóvenes y a viejos.

En 1916 don Tiburcio se fue a México. Vivían en San Rafael y en las calles de Gante abrió una librería que pronto fracasó.

Francisco alternaba sus estudios con sus meditaciones y lecturas en la soledad del campo, que en aquel entonces, quedaba a sólo cuatro cuadras de su casa.

Tenía una docena de años y Salgari le encendió un nuevo deseo: convertirse en pirata aventurero.

En 1922 el derrotado librero, Tiburcio Gabilondo, retornó a la Patria Chica y puso en Orizaba una papelería.

Francisco, a pesar de sus 15 años, se apasiona por las matemáticas y la astronomía, devorando ávidamente la selecta biblioteca de su padre.

MÚSICO A ESCONDIDAS

Pachi es un intelectual; pero dentro de su pecho bulle el inquieto duendecillo de la música que también moraba en sus progenitores. Tenía 20 años y con “los amigos del barrio” armó improvisada orquesta que, a escondidas, ensayaba en la trastienda de un negocio de instrumentos musicales, propiedad del papá de dos de sus amigos.

Al compás de un rollo de pianola practicaban en los mismos instrumentos que luego, en la ignorancia, serían vendidos “como nuevos”.

Muy pronto los ensayos clandestinos fueron descubiertos; pero don Tiburcio, amante de la música, animó a Francisco, quien tocaba el piano, a continuar su aprendizaje musical enseñándole solfeo.

La maltrecha orquesta de trastienda se hizo conocida y, aunque mal, llegó a tocar en las tertulias de Orizaba.

BOXEADOR POR AFICIÓN, PIANISTA EN “LA PRIMAVERA” ASTRÓNOMO Y NOVILLERO APORREADO.

En 1928 la familia Gabilondo fue por nuevos aires a la Capital de la República. Un año antes, Francisco había tomado en matrimonio a ROSARIO PATIÑO, su representante años más tarde, y de la que tuvo sus primeros hijos JORGE y DIANA.

Estos años fueron muy difíciles: el recién casado no tenía trabajo y fue a dar como pianista a una cantina-cabaret de las calles de Brasil que se llamó “LA PRIMAVERA” donde, haciéndose pasar por “norteamericano”, por cinco pesos diarios hacía gemir el piano la noche entera con música de baile norteamericana, cubana o española, para el “selecto” grupo de alegres parroquianos: mujeres de “la vida” raterillos y “gente de dinero y buena posición”.

En este agotador trabajo que lo mantuvo con las alas rotas, duró tres largos años el conocedor de los cálculos geométricos cuyos libros de astronomía a veces se encontraban olvidados sobre el piano desvelado.

Asqueado de este ambiente de incultura y buscando nuevos horizontes menos asfixiantes, llegó al Observatorio, en Tacubaya, donde el Ingeniero Joaquín Gallo le tomó como ayudante meritorio.

Francisco colaboró con el ingeniero Gallo en el ANUARIO ASTRONÓMICO DE TACUBAYA calculando por las mañanas, durmiendo por las tardes y tocando en “La Primavera” por las noches.

Años más tarde, el astrónomo por afición, quien habría de ser nombrado Presidente de la Sociedad de Astronomía de Jalisco, construyó de su propio peculio y sólo por amor a la astronomía, el Observatorio de Tultepec, en el Estado de México, “que fuera considerado como el mejor de América en su especialidad: el estudio de los materiales de los astros”.

Este dorado sueño largamente acariciado en sus años de estrecheces económicas, le llevó a los ruedos “para ganar dinero y poner un observatorio propio”.

Se pegó a Armillita y a Garza y en 1933, en una plaza de Tacuba, debutó como novillero. El torero aficionado que llegó a torear al lado de Cantinflas y que en la corrida de homenaje a Alfonso Sordo Noriega cortó rabo y orejas y salió en hombros, no sacó dinero de los ruedos para construir su observatorio; pero con los sustos y porrazos se le atemperaron un poquito sus ansias de aventura siempre insatisfechas.

Estas mismas inquietudes, abrevadas en los libros de la infancia, lo llevaron a los encordados del boxeo.

Poco antes de nacer su hijo Jorge disputó en el Teatro Llave de Orizaba a “El Árabe” el campeonato welter del Estado de Veracruz y después marchó a la Capital de la República acariciando en sueños el cetro nacional; pero... aporreado y sin dinero, se retiró del box.

“EL GUASÓN DEL TECLADO”.

Con el año 1932 llegó la industrialización al país trayendo en sus alforjas amplios horizontes para el Arte.

La radiodifusión estaba en auge y Francisco, que sabía tocar el piano, inició su vida artística al lado de Encarnita Martínez, española que cantaba en pequeñas radiodifusoras, con el marco y el fondo musicales del piano de Francisco.

La simbiosis musical marchó por buen camino mientras Encarnita no encontró consorte. Cuando esto aconteció, el pianista se quedó como solista... pero sin trabajo.

Andaba su ilusión volando a ras del suelo cuando oyó el programa “Buscando Novedades” en la XWTR.

Corría el año 1934 y el ingenio de Francisco afloró en cuplés “de su cosecha” sobre temas de la vida cotidiana: los turistas, lo que pasa en los mercados, etc.; humorísticos cuplés que le hicieron popular a través de la XEW con el seudónimo de “EL GUASÓN DEL TECLADO”.

El programa le hizo darse a conocer en todo México; pero no le dio dinero suficiente porque el contrato terminó muy pronto.

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