MUERTE DEL PATRICIO ORIZABEÑO D. IGNACIO DE LA LLAVE
El 22 de Septiembre de 1862, llegó a Veracruz el general francés Elías Federico Forey con la consigna de Napoleón III de recuperar la perdida plaza de Puebla en la batalla del 5 de Mayo de ese año, y el día 28 del mismo mes, Forey salió de Orizaba, con rumbo a esa ciudad, con un poderoso ejército de 36 mil diestros soldados perfectamente equipados con los que, al llegar, le pusieron sitio. Puebla, después de 62 angustiosos días de constante asedio y heroica resistencia, cayó nuevamente en poder de los franceses.
La vocación militar y el valor ampliamente demostrado del patricio orizabeño D. Ignacio de la Llave en Perote, en la desafortunada contienda del Cerro del Borrego, y en la batalla del 5 de Mayo, lo llevó nuevamente a hacer frente a los invasores. Presente en el sitio de Puebla, el 17 de Mayo de 1863, cayó prisionero de los franceses junto con los generales Jesús González Ortega, Porfirio Díaz y .José María Patoni y con varios jefes y oficiales del ejército mexicano.
Prisioneros, con la humillación de la derrota a cuestas, desarmados y a pie, fueron conducidos a Orizaba el 28 de Mayo de 1863. Su destino era el puerto de Veracruz para ser de allí conducidos a las prisiones francesas de La Martinica.
Al llegar a Orizaba González Ortega, Ignacio De la Llave, Porfirio Díaz, Florencio Antillón y los oficiales Caamaño y Felipe Berriozabal fueron encarcelados, con los demás prisioneros, en el cuartel militar de san Antonio; del cual, estos últimos y los oficiales, antes de clarear la aurora, se fugaron de sus celdas al amparo de las sombras, y se dirigieron a san Luis Potosí para entrevistarse con Juárez
En la prisión quedaron González Ortega, De la Llave y los demás generales; pero el mismo día de su arribo, con la inexplicable anuencia de la guarnición francesa, amigos y familiares de los cautivos y una gran multitud de curiosos acudieron al cuartel y tuvieron franco acceso al interior del recinto.
Hacia las 6 de la tarde se dio orden de retirada a todos los visitantes. La vigilancia era escasa y entre la algarabía y la confusión general, centenares de prisioneros, instigados por De la Llave y Ortega, se fugaron de las celdas.
Los generales Ortega, De la Llave y Pattoni vistiendo como civiles, abandonaron con calma los patios de la prisión entre un grupo de señoritas. Casi todos los orizabeños, inclusive conservadores, en acción mancomunada de auténtico patriotismo, propiciaron la evasión. Fue tan eficaz su ayuda que, de 1,400 presos que habían salido de Puebla, sólo 532 fueron enviados a Francia, porque los demás huyeron, según parte rendido por el mismo González Ortega algunos meses después.
Don Francisco Castillo fue un patriota orizabeño que proporcionó ayuda y caballos a los fugitivos en su rancho de Ojo de Agua, la noche de la evasión.
De la Llave y compañeros se dirigieron, después de su fuga, a Huatusco y Coatepec para llegar a Jalapa. Castillo los acompañó un buen trecho y de Jalapa salieron hacia Pachuca por camino a Tulancingo, llegando el 7 de junio a esa ciudad minera. Fueron luego a Guanajuato, donde los esperaba el gobernador del Estado Don Manuel Doblado.
En el Estado de Guanajuato el Gobernador les proporcionó una pequeña escolta y una talega con monedas de oro; y después de conferenciar con él, salieron de este lugar con rumbo a San Luis Potosí, donde el Presidente Juárez los estaba aguardando.
El Gral. González Ortega llevaba el saco del oro; pero en el largo trayecto, el incómodo bagaje empezó a causarle molestia. A pocas leguas de distancia de la hacienda “La Quemada”, el Gral. De la Llave pidió llevar la talega y ésta le fue entregada.
Al ejecutar la operación de desmontar los caballos, (en el referido cambio) varias onzas cayeron al suelo. La vista del oro despertó la codicia del cabo de la escolta y le inspiró un pensamiento criminal: el de apoderarse del oro, asesinando a De la Llave que había recibido el dinero y cabalgaba tranquilo al lado de sus dos compañeros, condenados también a morir.
Dominado el cabo por el criminal pensamiento concebido, mandó a sus soldados que hicieran alto, les comunicó la idea diciéndoles que desertarían; y aceptado el proyecto, volvió a avanzar a galope, sin que el oficial que marchaba atrás y a bastante distancia con tres lanceros, pudiera imaginar la determinación tomada por el cabo. Éste, y nueve soldados de caballería que con él iban, se lanzaron de repente contra los tres generales, disparando el primero su carabina sobre Don Ignacio de la Llave, que cayó en tierra al recibir el balazo, al mismo tiempo que los soldados apuntaban con sus armas de fuego a Ortega y a Patoni, quienes, no teniendo tiempo de sacar sus pistolas, emprendieron la fuga para salvarse.
La bala que hirió a De la Llave le había entrado por mitad de la espalda, interesando gravemente la espina dorsal. La herida era mortal; por lo que fue llevado urgente y cuidadosamente a San Felipe, con rumbo a San Luis Potosí.
“Así llegó a San Bartolo sin exhalar una queja, conservando su presencia de ánimo admirable” (Zamacois). Saliendo de San Bartolo, al llegar a la hacienda El Jaral de Barrio, Guanajuato, a pesar de los cuidados de los mejores médicos de la ciudad enviados por Juárez, sus síntomas se agravaron; y dos días después, el 25 de Junio de 1863., murió en la misma hacienda El Jaral.
Sus restos, inhumados primero en San Luis Potosí, fueron traídos a Orizaba para ser depositados en el antiguo cementerio del Arenal, donde permanecieron hasta el 16 de Enero de 1897. Después fueron trasladados con pompa y solemnidad, hasta su sitio actual en el panteón Juan de la Luz Enríquez, donde reposan bajo una marmórea columna con el siguiente epitafio:
Al Benemérito C. General Ignacio De la Llave. Año 1897
“Fue la patria su amor, a la victoria Llevó nuestra bandera inmaculada. Del gran patricio se dirá en la Historia: Fue grande con la pluma y con la espada”
Foto: Su tumba en el panteón Juan de la Luz Enríquez