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  • Don Benjamín Maciel Gómez

El conflicto religioso y la apertura de iglesias en la región de Orizaba. Primera de dos partes


El año de 1926 ante una tensión entre Iglesia y Estado que duraba ya más de una década, y ante la furibunda persecución desatada contra la Iglesia Católica por el gobierno de Calles que dio origen al conflicto cristero, el Episcopado Mexicano determinó, como respuesta, que todos los templos del país cerraran sus puertas.

Tres años después, el gobierno de Portes Gil, en un tentativo y frágil convenio celebrado el día 21 de junio de 1929, permitió que los templos fueran reabiertos al culto sagrado.

Esta medida de supuesta tolerancia para el pueblo católico del país, permitió que los orizabeños celebraran, con relativa tranquilidad sus actos de culto dentro de las iglesias, hasta el año de 1930.

Pero este año la iglesia veracruzana se topó con el fanatismo anticlerical del Coronel Adalberto Tejeda, Gobernador del Estado de Veracruz por segunda vez; quien con fanática intransigencia ideológica, pretendió acabar con el supuesto fanatismo religioso del pueblo de México persiguiendo a los ministros del culto y clausurando templos.

Fue así cómo, con una ley supuestamente apoyada en el artículo 130 de la Constitución, la Ley 197, conocida por todos como la LEY TEJEDA, desató una cruel cacería que asesinó sacerdotes (P. Darío Acosta en Veracruz), dinamitó templos, desterró obispos y sacerdotes y apresó a todo aquel que opusiese algún asomo de resistencia a su injusta y muy personal Ley Tejeda.

Por la Ley 197 promulgada el día 5 de mayo de 1930 y aparecida en la Gaceta Oficial del Estado el 18 de Junio de 1931 bajo el número 73, sólo se concedía un sacerdote para cada cien mil habitantes; lo que equivalía a 13 sacerdotes para todo el Estado de Veracruz que compartía su territorio eclesiástico con otros estados vecinos. Aplicando pues esta ley, la diócesis de Veracruz, para atender 300 iglesias, dispondría (ridículamente) de sólo dos sacerdotes. Tejeda concedía a estos ministros un plazo de 15 días para acatar sus disposiciones. El Señor Obispo Don Rafael Guizar Valencia (hoy santo recientemente canonizado), valientemente se opuso al cumplimiento de la injusta ley; y fue desterrado dejando desamparado al rebaño, el cual, al ver clausurados sus templos, tuvo que celebrar sus actos de culto en casas particulares y bautizar a sus hijos en los estados vecinos.

La caótica situación que duró del día 25 de julio de 1931 hasta el 7 de febrero de 1937, hizo aflorar, quizás, en un joven de nombre José Manuel Ramírez Frías, oriundo de la vecina villa de Santa Rosa, (hoy Ciudad Mendoza) los mismos sentimientos que impulsaron a José León Toral para asesinar en La Bombilla al Gral. Obregón; pues el 25 de Julio de 1931, fecha en la que se cumplía el plazo dado por Tejeda a la diócesis veracruzana para cumplir sus tiránicas disposiciones, en los pasillos del segundo piso del Palacio de Gobierno, en Jalapa, intentó dar muerte al sátrapa veracruzano.

La inexperiencia del joven le salvó la vida Tejeda; pues equivocando la puerta del pasillo a través del cual saldría el gobernador, disparó su arma desde una distancia equivocada sin poder dar en el blanco. Tejeda repelió el ataque disparando su arma detrás de una columna y los guardias del palacio hicieron lo mismo dando muerte, por la espalda, al joven Ramírez Frías.

Este trágico acontecimiento desató la irrefrenable furia del Gobernador como volcán en erupción: El mismo día incendiaron iglesias, profanaron altares y destruyeron imágenes de santos como la de santa Teodora, Patrona de Jalapa, histórica imagen donada por el rey de España Carlos IV, a la que sacaron de su urna para destrozarla ante la atónica mirada de los fieles ahí presentes.

La persecución religiosa fue tan intensa que algunos sacerdotes tuvieron que abandonar el estado, ocultarse o vivir disfrazados. Existen anécdotas que narran que algunos de ellos atravesando montes disfrazados de carboneros o haciéndose pasar por rancheros, ejercían su ministerio en casas particulares.

La violencia impulsada por la sed de venganza se extendió por todo el estado: en Otatitlán, Tierra Blanca, Huatusco, etc., incendiando templos y asesinando en Chavaxtla, (cercano a Huatusco) al sacerdote Jesús Camo Hernández, originario de Totutla y cura, entonces, de la Colonia Manuel González.

En el puerto de Veracruz el 25 de julio de 1931 un grupo de 6 pistoleros tejedistas penetraron a la iglesia parroquial y con armas de fuego atacaron a los sacerdotes Rafael Rosas y Adalberto Landa, quienes daban instrucción religiosa a cerca de 800 niños; e hicieron lo mismo con el P. Darío Acosta Zurita que había terminado de bautizar a un infante.

Los 6 pistoleros, entre los gritos de espanto de los niños y de sus catequistas, dieron muerte al P. Darío Acosta y dejaron gravemente heridos al P. Adalberto Landa, al Sr. Homero Broissin y a la Srita. Lucía Quiroga.

Continuando con la ola de violencia todos los templos fueron clausurados; y en la región de Orizaba, por órdenes de Tejeda, se persiguió con encono al P. Rafael Rúa Álvarez, como principal sospechoso de ser el autor intelectual del atentado; haciendo lo mismo con los católicos prominentes que dirigían los grupos y asociaciones católicas, a los que, sin previo aviso, se les sacó de sus domicilios para conducirlos presos a la ciudad de Jalapa.

De esta manera fueron encarcelados sin previo juicio, los señores Ernesto Galland, Gustavo L. Sota, los hermanos Agustín y Ricardo Aguilar Muñoz, los señores Alberto Vargas, Ángel Laveaga, y Delfino Ramírez, con los seminaristas Gabriel Sánchez, Othón Godínez y Erasmo Ponce y las damas Ma. de Jesús y Socorro Ramírez, juntamente con la madre del ejecutor del atentado, la Sra. Manuela Frías, con sus hijos Vicente y Nieves Ramírez.

Fotografía: Protestas del pueblo católico

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