E L B A L A N C E.
Terminó diciembre y llegó el momento para hacer balance. Es tiempo para revisar la historia de nuestra vida, como los comerciantes revisan la historia de sus negocios.
Cada año que pasa, es un paso más en nuestro camino hacia la Gran Incógnita.
Para los ateos y descreídos, un paso a la desesperanza y a la aniquilación total. Para los creyentes, una etapa más en nuestro camino hacia la Promesa; pero también hacia el inflexible juicio de Dios.
Todos llevamos a las espaldas, sendas alforjas, y en ellas vamos depositando nuestras acciones buenas y malas.
Estas alforjas aumentan, en las medidas y proporciones de la carga que reciben.
Por eso las que llevamos los viejos, son más grandes que las que llevan los jóvenes.
Llegó Diciembre y se fue; y con tristeza, miedo, despreocupación o resignada esperanza, vemos como la vida se nos escapa.
Por eso es sensato, detener el paso en este recodo del camino, para abrir nuestras bolsas y analizar lo que llevan.
¿Las hemos llenado de trigo bueno para el camino? ¿O sólo vamos cargando el peso muerto de malas yerbas y semillas de cizaña?
Ojalá no tengamos que exclamar, parafraseando a Nervo:
“De todo mi pasado, de todas mis tristezas, de todos mis contentos, de lo mucho perdido, de lo poco ganado, de lo que he sonreído y de lo que he llorado ¿qué me queda? Una cosa, no más: ¡Remordimientos!
¿Por qué no fui mejor con los que me quisieron? ¿Por qué no darles tanto amor, tanto amor, como el que ellos me dieron?