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  • Don Benjamín Maciel Gómez

TEMPLO DE LA SOLEDAD


En el antiguo barrio del Varejonal de Santa Ana se construyó, en 1749, esta capilla dedicada al Santo Cristo de Otatitlán, Veracruz.

Cuando los franciscanos llegaron a Orizaba en 1799 para fundar el convento y el templo de san José, el obispo de Puebla les cedió esta capilla para su actividad religiosa mientras durara la construcción del templo, el cual fue terminado hasta el mes de Diciembre de 1839.

Con el fin de adaptar para el culto este templo, que los fieles conocían como el “Santuario del Señor de Otatitlán”, los franciscanos le hicieron varias modificaciones ampliando el coro y construyendo un vestíbulo y un nuevo frontispicio; lo que dio por resultado que se perdiera el atrio con la irregular alineación de la Calle Principal (hoy la Poniente 7).

En el largo periodo de la construcción del convento, los frailes se alojaron, primero en casas particulares y después en un hospicio que construyeron con la ayuda del pueblo, en el costado oriente del santuario.

En 1862, al ser expulsados los religiosos por la exclaustración ordenada por las leyes de Reforma de 1859 que se aplicaron en Orizaba en 1860, los monjes españoles fueron expulsados del país y los mexicanos se refugiaron en casas particulares, pues los templos y los conventos fueron clausurados.

Durante la intervención francesa la capilla del Señor de Otatitlán fue convertida en almacén de semillas, hasta que un oficial francés la hizo limpiar y pintar para reabrirla al culto; y poco después los franciscanos regresaron para hacerse cargo de él mientras duró el efímero imperio de Maximiliano de Austria.

Durante la revolución Mexicana de 1810 los soldados carrancistas y los Batallones Rojos convirtieron el templo en cuartel y caballeriza; y después de la lucha armada, cuando se abrieron los templos en 1937, la capilla seguía cerrada, pues la Cia. Nacional de Caminos la utilizaba como bodega.

Tratando de recuperarla, en Junio de 1938 el pueblo, a punto de amotinarse, exigió al gobierno su devolución; pero sus demandas nunca fueron atendidas.

Fue hasta tiempo después que la colonia oaxaqueña, avecindada en su cercanía, logró rescatarla tras varias gestiones legales y mucha insistencia.

Para la apertura del templo al culto se le dotó de su destruido altar principal, se pintó por dentro y por fuera y se le pusieron pisos de mármol aserrados en su vestíbulo por un aserrador de mármoles de la vecina población de Nogales; y una vez rehabilitado, bajo la advocación de Ntra. Sra. de la Soledad, Patrona de los oaxaqueños, funcionó al cuidado del clero secular hasta el fatídico año de 1973.

El día 28 de Agosto de ese año, el terremoto de 7.2 grados que azoló a la región derribando edificios, cuarteando casas y echando a tierra torres y cúpulas de las iglesias, no perdonó a la humilde capilla de La Soledad. De las dos torres que tuvo: una más grande al Poniente y otra más chica al Oriente, fue ésta última torre la que cayó estrepitosamente sobre el antiguo hospicio anexo; edificio de dos pisos que fue, primero, un colegio fundado por Fray Bernardino Osorio y después estuvo ocupado, por muchos años, por un taller mecánico propiedad de un señor que llevó el nombre de Susano Solís.

El taller desapareció por completo, la torre no se volvió a levantar y en el lugar del antiguo hospicio el gobierno municipal construyó un pequeño y bonito jardín que, casi oculto, existe hasta nuestros días.

Años después del temblor, en 1989, a la muerte del Pbro. Luis Mendoza, párroco por muchos años de La Soledad, el templo volvió a ser propiedad de los frailes franciscanos; y en 1996 el dinámico religioso, Superior de la Orden de Orizaba, Fray Josafat Muñoz, encargado de los dos templos, (san José y La Soledad), se dio a la tarea de reparar los daños ocasionados en ellos por el temblor. En el templo de san José mandó reparar la torre que resultó seriamente dañada, ordenó cubrir con loza cerámica la parte baja de los muros, retocar los numerosos frescos murales, restaurar las imágenes y modificar los altares laterales reduciendo sus bases para mayor estética del templo.

En la hoy Rectoría de La Soledad decoró el templo con oro laminado, construyó un salón para juntas y habitaciones para los sacerdotes; y entre otras mejoras estéticas, mandó reproducir en su bóveda el mural “la creación del hombre” de Miguel Ángel, obra que fue ejecutada por el pintor Manuel Salas Romero.

Una pequeña parte de la capilla, anexa al jardín, está dedicada a la adoración perpetua del Santísimo Sacramento. Este recoleto anexo tiene un vitral que fue ideado y pintado por una de mis nietas: Melina Carranza Maciel

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