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Don Benjamín Maciel Gómez

El Museo de Arte del Estado de Veracruz


Uno de los edificios más importantes de la ciudad de Orizaba y de todo el Estado, por su elegante y sobria estructura y por los hechos históricos que protagonizó, es, sin lugar a dudas, el edificio del Museo de Arte del Estado de Veracruz.

Localizado a un costado del Santuario de la Virgen de Guadalupe, La Concordia, el edificio, de estilo neoclásico, fue construido para ser oratorio y casa de ejercicios de la comunidad filipense de Orizaba.

La construcción se inició el 27 de Abril de 1767, según lo atestigua una loza grabada que está empotrada en su frontispicio; y se terminó siete años después, en 1774.

Por su importancia y repercusión en la vida social, política y religiosa de la católica comunidad orizabeña del siglo XIX, hemos querido escribir “una página suelta” de su historia:

A 26 años de terminada la construcción del santuario guadalupano (1774) que estaba a cargo de los PP. filipenses, D. Manuel José Ansermo y dos compañero suyos de la misma congregación: D. Francisco Wattes y D. José Antonio Buenrostro, decidieron construir anexa al templo, una casa de oración, ejercicios espirituales y actividad apostólica.

El P. Ansermo, quien era poseedor de una cuantiosa fortuna familiar, puso para la obra parte de su fortuna; y a la obra se unieron también dos sacerdotes más: el español D. Francisco Ávalos, quien contribuyó con 6 mil pesos duros; y el orizabeño D. Juan Antonio Cáceres.

Con las necesarias licencias de la Mitra poblana, (de la que, eclesiásticamente, dependía Orizaba), de la Santa Sede y del Rey de España, se inició la construcción el 27 de Abril de 1767, como lo indica la loza del frontispicio, en un amplio terreno donado por el piadoso vecino benefactor de Orizaba, D. Juan Antonio Cora quien, juntamente con las escrituras correspondientes, aportó la cantidad de $15,000.00 para a obra.

Con estos recursos, en un lapso de 7 años, se llevó al cabo la fábrica de las bellas instalaciones dentro de la manzana actualmente ocupada por el ex Oratorio, el Hospital Psiquiátrico del Estado, la Facultad de Enfermería y el Centro de Salud.

Sus grandes construcciones levantadas en el más bello estilo neoclásico, forman una unidad compuesta por tres grandes secciones. La primera sección la forman las construcciones donde ahora se asienta el Museo de Arte del Estado y que circundan el patio mayor en la entrada principal. Esta sección que, erróneamente ha sido identificada siempre como el ORATORIO, fue en realidad la CASA DE EJERCICIOS, parte medular de la actividad apostólica de los padres filipenses.

El Oratorio propiamente dicho estaba formado por la segunda sección, conocida como el SEGUNDO CLAUSTRO, construcción muy hermosa, por largo tiempo abandonada y en lastimoso estado, que afortunadamente, en los meses de Febrero a Noviembre del año 2004, fue totalmente restaurada por el renombrado arquitecto Flavio Salamanca Güemes.

En la tercera sección y el resto de la manzana (Manicomio, Centro de Salud y anexos) había varias habitaciones para los sacerdotes; y se encontraban las hortalizas, huertos y caballerizas del oratorio.

En 1774 entre grandes festejos del pueblo se celebró la terminación de las obras y a partir de esa fecha el edificio, con el nombre de Oratorio de san Felipe Neri, fue morada y centro de actividades apostólicas de la comunidad filipense, hasta el año de 1860. Este año, expulsados los religiosos conforme a las Leyes de Reforma, después de ser despojado de todo lo que tenía algún valor, el edificio pasó a ser propiedad del Gobierno.

Durante más de 100 años los hijos de san Felipe Neri prodigaron grandes bienes espirituales y materiales a la comunidad orizabeña; desafortunadamente en los archivos de sus parroquias son muy escasos los datos de su presencia en Orizaba.

El día 12 de Marzo de 1819 un terremoto causó graves daños al santuario guadalupano y a la Casa de Ejercicios del Oratorio. Ante el peligro los PP. filipenses hicieron derribar el 2do. y el tercer cuerpos de la torre del lado sur de la iglesia dejando bastante estropeado el primero.

Llegó el 20 de Agosto de 1860 y al ser aplicadas las leyes de Reforma del año anterior, el templo y el Oratorio fueron expropiados y pasaron a ser propiedad, por escritura pública, de las Juntas de Hospitales, llamadas también Juntas de Caridad.

El Oratorio fue convertido en hospital civil y a la iglesia se le asignó una renta mensual por su uso, que el pueblo se negó a pagar.

Ocupado, pues, por el gobierno de Juárez, el templo estuvo clausurado y el Oratorio, funcionando como hospital civil, albergó a los enfermos de ambos sexos hasta 1862, año en el que las tropas de Napoleón III ocuparon la ciudad de Orizaba.

Ese año el ejército invasor, trasladando a los enfermos a un hospital que existió junto al templo de Los Dolores (sitio ocupado hoy por la Escuela Orizaba) convirtió al Oratorio en hospital militar y hospital de sangre

En 1864 y 1865 dos terremotos dañaron muy seriamente al templo y al Oratorio. El recinto sagrado quedó convertido en ruinas pues la cúpula principal se vino abajo y el 1er cuerpo de la torre, que se libró del temblor de 1819, estuvo a punto de desplomarse.

Después de 2 años, al caer el imperio de Maximiliano en 1867, el edificio del Oratorio, nuevamente en poder de las fuerzas liberales, fue convertido en hospicio para niños huérfanos hasta el año de 1873. Este año los niños fueron trasladados al antiguo hospital de Los Dolores que funcionó como hospicio hasta 1954; y el Oratorio se convirtió nuevamente en hospital general para hombres y mujeres con el nombre de Hospital Civil Ignacio de la Llave.

El Hospital Civil Ignacio de la Llave atendió el dolor de los orizabeños de escasos recursos por espacio de cien años: de 1873 a 1973, sirviendo también una parte de sus instalaciones como cárcel para mujeres. En este largo período compartió su ruinoso edificio con el Hospital Psiquiátrico (1897); y con el Instituto Mexicano del Seguro Social de 1947 a 1959; mientras tanto, el hospital civil que ya había sido seriamente dañado por otro sismo ocurrido en 1937, fue relegado a un pequeño reducto de la planta baja del edificio, donde estuvo, precariamente en funciones hasta 1973, año en el que, de acuerdo a su trágico sino, gran parte del Oratorio cayó nuevamente a tierra por el terremoto del 28 de Agosto de ese año de triste memoria.

Transcurrieron 17 años y los ojos de algunos orizabeños contemplaron con verdadera tristeza el abandono y la ruina de esta valiosa joya que sus altruistas ancestros regalaron a Orizaba; pero en 1990 algunas gentes sensibles a los dones de la Historia abrigaron la esperanza de restaurar el coloso abatido y formaron un comité para gestionar su restauración.

Aprovechando un frustrado proyecto de construir en Xalapa un museo estatal para albergar en sus muros la valiosa pinacoteca veracruzana, lograron el apoyo estatal, el del Patronato del Museo de Arte del Estado de Veracruz y la contribución de Fomento Cultural Banamex A.C, Tubos de acero de México, S.A. y de la Universidad Veracruzana; y la restauración dio principio en 1989 bajo la atinada dirección del Arq. Flavio Salamanca; para quedar bastante avanzada tres años después; pero quedando sin ser tocado el segundo claustro: la parte más hermosa del edificio.

La inauguración del Museo fue el 27 de Noviembre de 1992, fecha a partir de la cual el antiguo, Oratorio de san Felipe Neri, se convirtió en el Museo de Arte del Estado de Veracruz, con una pinacoteca que, a decir de los entendidos, se reputa entre las mejores de la República Mexicana con una amplia proyección internacional.

En sus hieráticos salones, mudos testigos de grandes proezas espirituales, lucen orgullosamente, entre sus remozados muros, más de 600 cuadros de pintores veracruzanos y de otros pintores afamados en el mundo, como el gigante de la Pintura Universal, el maestro Diego Rivera; así como numerosas obras de pintores catalogados como pintores anónimos.

Son éstos 600 cuadros que “reflejan la imagen de la naturaleza, historia, costumbres y rasgos de la personalidad veracruzana” entre la que destacan los orizabeños Justo Montiel, Gonzalo Argüelles Bringas e Ignacio Rosas. La obra, que fue iniciada en la época porfiriana y continuada en la segunda mitad del pasado siglo por los gobernadores del Estado, es una de las más importantes y completas de su tipo. Sus pinturas corresponden, principalmente, a obras de finales del siglo XIX y principios del XX.

En el hermoso “Catálogo del Museo de Arte del Estado de Veracruz” editado bajo el patrocinio de” Fomento Industrial Banamex, S.A.”, del Instituto Veracruzano de Cultura 2001, de Tubos de Acero de México, S.A. y de la Universidad Veracruzana, se encuentran, elegantemente expuestos entre hermosas reproducciones de las pinturas, los siguientes conceptos sobre la obra:

*”Este valioso acervo representa “un variado registro de estilos y temas que representan hitos históricos, paisaje y retratos del universo veracruzano”

*”La región veracruzana es fielmente “retratada con agudeza y asiduidad, su geografía y entorno natural y urbano, paisaje, historia, región, pasajes profundos y multicolores de exuberante vegetación y belleza espectacular, el paso del tiempo, la vida de sus personas, su cotidianidad, las costumbres de quienes han protagonizado la transformación del país”.

*”El acervo ofrece valiosas muestras de un diálogo fecundo entre historia y Artes Plásticas a través de sus mejores artistas” pues “ reflejan el momento histórico en que fueron creados, los temas utilizados y su relación con el propio avance científico de la época” pues son “un compendio del Arte Pictórico de los siglos XlX y XX de Veracruz”

La restauración de los cuadros dañados por el implacable paso del tiempo, fue encomendada al restaurador Daniel Hernández Granados quien inició su delicada labor a partir de 1996.

La valiosa colección fue distribuida en 10 elegantes salas, según el guion museográfico escrito por dos máximas autoridades del arte del siglo XlX en México: los maestros Fausto Ramírez y Juana Gutiérrez, investigadores del Instituto de Investigaciones Estadísticas de la Universidad Autónoma de México. La museografía se debió al Maestro Jorge Guadarrama, quien es reputado como uno de los mejores a nivel nacional.

De las 600 obras pictóricas que se exhiben, 117 son propiedad de la Universidad Veracruzana y corresponden a la llamada Escuela Pictórica Veracruzana del siglo XlX.

Estos valiosos lienzos fueron entregados, en depósito, al Gobierno del Estado de Veracruz a través del Instituto Veracruzano de Cultura para su exhibición y resguardo en el museo.

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