El Ferrocarril Urbano
En viejas fotografías de la provinciana Orizaba del último tercio del siglo XIX, podemos ver sus empedradas calles surcadas por sendas vías férreas pertenecientes a un modesto pero importante ferrocarril urbano que fue medio de transporte de pasajeros y carga cuando aún se desconocía el genial invento de Henri Ford.
Con la llegada a Orizaba, el 1º de Enero de 1873, del Ferrocarril Mexicano gracias, en gran medida, al dinamismo y al capital de los ilustres orizabeños D. Manuel y D. Antonio Escandón, aumentó la necesidad de trasladar pasajeros y carga al centro de la población y a los distantes lugares que forman el núcleo urbano del pintoresco valle de Ahuilizapan.
Esta insatisfecha necesidad hizo nacer en la mente de D. Ángel Jiménez Argüelles (hombre de escasa fortuna, según el historiador Naredo, que se volvió millonario) la idea de fundar un ferrocarril urbano.
Con la protección y ayuda de amigos y de algunos inversionistas, tendió en 1878, una línea férrea con plataformas para acarrear mercancías, de la estación del Ferrocarril Mexicano a la Plaza del Mercado con un ramal hasta el templo de los Dolores.
El negocio prosperó tan rápidamente que en 1881 llevó sus rieles al pueblo de san Juan de los Nogales (anteriormente El Ingenio) y de este punto a Santa Rosa; y formando un circuito llegó a Escamela y Tuxpango por el Oriente y por el Norte, a los Cerritos de san Juan.
A la llegada y salida de trenes, con un movimiento anual de 600 mil pasajeros y 35 mil toneladas de carga, tres coches vagones conducían a los viajeros, que pagaban 5 centavos por viaje, a la estación del Ferrocarril Mexicano y viceversa; y en la línea tendida entre Orizaba y Nogales, cada hora corrían 2 vagones los días ordinarios y 4 los días festivos. Entre Nogales y Santa Rosa y hacia Santa Gertrudis y Escamela corría un vagón cada hora; y hacia la fábrica de Cerritos se hacía un solo viaje por día.
Los vagones o carros del ferrocarril urbano que fue inaugurado el día 2 de Noviembre de 1878, eran movidos en un principio por tracción de mulitas; y más tarde por motores a gasolina Ford T.
Como terminal, almacenes y maestranza de este importante medio de transporte, el Sr. Jiménez Argüelles utilizó las antiguas ruinas del convento y hospital-cementerio de san Juan de Dios, en cuyos extensos patios tenía los macheros para las mulas, depósitos de pasturas y grandes galeras para vagones y plataformas de carga; además de un excelente taller de carpintería.
Por más de media centuria (de 1878 a 1930) funcionó “el urbano” en las empedradas calles de Orizaba; pero en 1928 los camiones urbanos de pasajeros empezaron a ser preferidos por los usuarios por tres grandes ventajas: más numerosos, más cómodos y más veloces.
Con las obras de la carretera México-Veracruz iniciadas el mes de Octubre de 1929 se pavimentaron las garitas de Oriente y Poniente y en Marzo de 1931 D. Baltasar Morante Diez con un grupo de connotados orizabeños, se dieron a la tarea de pavimentar con concreto asfáltico bituminoso 23 mil metros cuadrados del bulevar, suprimiendo las vías del urbano y el típico empedrado pueblerino que fue sello característico de la señorial Orizaba en su historia colonial.
Imagen: El Urbano con motores a gasolina Fort T.