El Río Orizaba
Orizaba posee el pintoresco y singular privilegio de ser una de las ciudades, quizás la única en la República Mexicana, que está cruzada por dos grandes ríos: el río Orizaba y el río Blanco.
Y si escribo “pintoresco” es porque pintorescos son los hermosos paisajes que el viandante puede contemplar con ojos maravillados a lo largo de sus riberas pobladas de añosos árboles y matizadas con abundantes flores silvestres entretejidas entre sus troncos.
El río Orizaba cuyo nombre primitivo es atlchipinapam (roció sobre el río) nace en las estribaciones del volcán más importante de la República Mexicana: el Citlaltepetl o Cerro de la Estrella, en un modesto ojo de agua que lleva el nombre de “Ojo de Venado”. Desaparece en un corto trayecto y vuelve a la luz del día alimentado por manantiales que brotan en Jesús María, en el ex rancho Tepoxtlán, con veneros de La Perla y por el arroyo Palatice, cuyas aguas, debidamente tratadas, apagan la sed de los orizabeños.
Sus bullangueras aguas cruzan toda la ciudad de Orizaba de Norte a Sur en un recorrido de 35,947 metros, según la Comisión Nacional del Agua; y siguen su recorrido hacia el Sur para mezclarse con las, otrora, limpias aguas del río Banco en la ex hacienda de san Antonio Jalapilla.
El río Orizaba, íntimamente ligado a la historia de la ciudad, fue conocido con el mote de “el pedregoso” por su abandono y descuido: siempre lleno de basura y aguas contaminadas (son recuerdos de mi infancia); pues por largos años estuvo sujeto a la indolencia o incuria de un pueblo mayoritariamente fabril, manipulado por líderes sindicales y autoridades corruptos, salvo honrosas excepciones, que afortunadamente también las hubo. Pero en 1983 el honesto Presidente Municipal Lic. Manuel Megías Huerta, lo rescató de su ancestral abandono con una costosa obra de saneamiento en la que invirtió 50 millones de pesos con la colaboración de los gobiernos federal y estatal.
Esta obra que se inició ese año de 1983 y terminó en 1984 consistió en dragar totalmente el lecho de “El pedregoso”, retirar numerosas toneladas de basura y maleza y construir en ambas riberas del río varios kilómetros de tuberías para desviar las aguas negras de incontables drenajes particulares que contaminaban las aguas. Además de estas urgentes obras de saneamiento, el río fue convertido en un grato lugar de recreo y esparcimiento ya que a lo largo de sus riberas se construyeron banquetas para unir, bajo frondosos árboles y algunos jardines, todos los vetustos puentes. De este modo las gratas caminatas bajo los puentes se convirtieron en placentero paseo desde el Puente de Tlachichilco, que es el lugar donde el río incursiona en la parte urbana, hasta los gigantescos arcos del Puente de la Borda, en el mismo corazón de nuestra urbe.
Desafortunadamente este rescate y dignificación duraron sólo 20 años…Al finalizar el pasado siglo el Río Orizaba que, en la poética expresión de Jorge Ramón Juárez identificó a Orizaba como “La Señora de los Puentes”, presentaba nuevamente el deprimente estado de antaño… eran pues, necesarios, un nuevo rescate y dignificación.
En el año 2003, durante la administración de un Gobernador del Estado y de un Presidente Municipal de Orizaba, ambos de infausta memoria, fueron realizados un segundo rescate y dignificación del hermoso, histórico y singular Río Orizaba que, después de su primer rescate, pudo haber sido un imán para el turismo y un orgullo para los orizabeños.
La nueva obra, que comprendió el saneamiento del río en 3.5 kilómetros de extensión, desde el puente de Tlachichilco hasta el Puente del Toro, se realizó en dos etapas con un costo de 78 millones de pesos, aportados únicamente por el Gobierno Estatal, con cargo al fideicomiso del 2% del impuesto a la Nómina.
En la primera etapa se invirtieron 32.9 millones de pesos para sanear casi 2.5 kilómetros: desde la parte donde el río incursiona en el área urbana, antes del puente Tlachichilco, hasta el legendario puente La Borda.
Toda la obra fue encomendada a la compañía constructora orizabeña “Constructo”, y consistió en la pavimentación de todo el lecho del río con loza de rodamiento: las aguas que antes corrían entre el fango, las piedras y la basura, ahora se deslizan, muy suavemente, sobre un fondo pavimentado, nivelado y limpio.
Se construyó una red de 6.7 kilómetros de drenaje sanitario con colectores marginales para 700 descargas de aguas negras que caían al río, de los drenajes; y que ahora son encausadas hasta FIORIAB, la planta de tratamiento de las aguas del Río Blanco en Ixtaczoquitlán.
En ambas riberas del río se construyeron tres mil metros de encauzamiento pluvial, además de muros de contención con mampostería, módulos de seguridad, sanitarios, teatro al aire libre, tres plazoletas y banquetas de concreto que forman parte de un paseo peatonal, con puentes, barandales de hierro, pasos a desnivel, bancas, y luminarias distribuidas entre frondosos árboles y bien cuidados jardines.
La primera etapa de esta importante y hermosa obra fue inaugurada por el Gobernador del Estado, Miguel Alemán Velasco, el día 3 de Octubre del año 2003.
En la segunda etapa, que comprendió el saneamiento de poco más de un kilómetro de longitud, desde el puente de La Borda hasta el Puente del Toro, se construyeron 11,500 metros cúbicos de muros de mampostería de piedra y 15 mil metros cúbicos de loza de rodamiento de concreto.
En la construcción de esta segunda etapa que fue inaugurada en el mes de Abril del año 2004, se invirtieron, según datos proporcionados por el Departamento Municipal de Obras Públicas, 15 millones de pesos; mas 30 millones adicionales para equipamiento del paseo turístico. Estos 45 millones, sumados al costo de la primera etapa, dan el total de 78 millones de pesos, que fue el importe del segundo rescate de “El Pedregoso”.
En las riberas del río existen casi 300 asentamientos irregulares y regulares. A estos “colonos” (algunos “paracaidistas”) se les adecuaron viviendas mas dignas y se tiene contemplada la licitación para ubicar espacios comerciales en las áreas ajardinadas.
La Comisión Nacional del Agua ha garantizado esta obra contra creciente y avenidas por un lapso de 25 años con posible permanencia por una centuria.
Se proyectó formar una comisión integrada por empresarios que tuviesen a su cargo el mantenimiento y conservación de esta obra que, por su belleza y atractivo turístico, estuviesen interesados en tener espacios para establecer comercios y centros de diversión en las riberas del río.
Desafortunadamente, como casi todas las promesas de las autoridades en turno durante ese cuatrienio municipal, resultaron ser sólo eso: demagógicas promesas de políticos oportunistas.
A partir del año 2008, dentro de los amplios planes municipales de reurbanización de toda la ciudad, el río Orizaba con la construcción de la Plaza Bicentenario, el Puente Independencia, la Plaza Tlachichilco con su teleférico, y sus bien cuidados andadores que, en medio de exuberante vegetación albergan un zoológico muy completo, han hecho del Rio Orizaba un imán para los turistas y un placentero paseo dominical para todos los orizabeños, para sus visitantes, y para todos los que vivimos en sus calles llenas de Historia.