¿Quién fue Don José Nicolás Del Llano?
En el ángulo que forman los barandales poniente y sur del atrio de la Catedral de san Miguel Arcángel en esta ciudad de Orizaba, se levanta una estatua en bronce que representa a un sacerdote de expresión bondadosa acariciando la cabecita de una niña del pueblo.
Para las generaciones actuales que caminan por las calles apresuradamente viendo, sin mirar aún las cosas más importantes, es probable que, si alguna vez han dirigido sus ojos sin el menor interés hacia el monumento, se hayan preguntado mientras seguían su camino: ¿Quién será ese señor?.. ¿Por qué tiene una estatua aquí…?
A estas interrogantes contribuye seguramente la circunstancia de que no se puede leer en forma inteligible, el nombre del sacerdote representado, porque toda la inscripción esculpida en el pedestal está redactada en latín. Sin embargo es necesario notar que cuando una persona ha merecido del pueblo el honor de un pedestal es porque seguramente ha sido un personaje extraordinario o con los méritos suficientes para ser recordado siempre con gratitud y cariño.
Y el Señor Cura don José Nicolás Del Llano a quien pertenece la estatua, fue precisamente éso: Un personaje extraordinario que prodigó tanto bien a la comunidad orizabeña que la Historia lo considera benefactor de Orizaba.
Ahora bien: para dar a conocer a los apresurados lectores de nuestros días quién fue el virtuoso sacerdote don José Nicolás Del Llano, desafortunadamente sólo tenemos los datos de una escueta biografía escrita por don José María Naredo en su Historia de Orizaba; y otros, no menos escasos, del Sr. Joaquín Arróniz escritos en la suya.
Apoyados en estos breves aunque muy importantes escritos, trataremos de dar respuesta a la pregunta del título de este escrito: ¿Quién fue don José Nicolás Del Llano?
Fue un virtuoso sacerdote nacido en Tlacotepec, (Estado de Puebla), a principios de 1797. Que estudió la carrera sacerdotal en el Seminario Palafoxiano de Puebla donde llegó a ser rector del Colegio de Infantes de la Iglesia Catedral angelopolitana; y que fue después cura de Amozoc.Sien do cura de Amozoc, Pue, y a la edad de 36 años fue nombrado cura interino y vicario foráneo de Orizaba, entidad canónicamente sujeta al obispado de Puebla.
Al llegar, a Orizaba, lo que aconteció al medio día del 24 de Marzo de 1833, contraviniendo una antigua costumbre, ni el pueblo ni las autoridades civiles, entre las que figuraban los integrantes del Partido Liberal Rojo conocidos como “los yorkinos”, acudieron a recibirlo.
El Sr. Nicolás Del Llano quien, a decir de Naredo “tenía gran humildad, vasta cultura, sólida virtud y don de palabra”, con su sermón de presentación ante el pueblo, expresado “con voz clara que llenaba el templo, de discurso ordenado y expresivo, con unción no común”; pero sobre todo por su cautivante sencillez y bondad, se ganó desde el primer momento la simpatía general de los asistentes, quienes, cuando descendió del púlpito, se volcaron masivamente a abrazarlo con ramos de flores, echando a vuelo las campanas entre salvas y cohetes.
Desde los primeros días de su ministerio el Sr. Del Llano dio muestras del sacrificado abandono de su persona en bien de sus feligreses y tuvo expresión de heroísmo cinco meses después de su llegada al curato.
El mes de Agosto de 1833 se dieron en Orizaba los primeros casos del fatal Cólera Morbus; y el 20 de septiembre se extendió por toda la población.
El compasivo sacerdote entre aguaceros y múltiples incomodidades estuvo abnegadamente entregado día y noche al auxilio del pueblo, confesando incansablemente y auxiliando con medicinas improvisadas a los centenares de enfermos que encontraba por doquier.
A principios del mes de Octubre terminó la epidemia que llevó tristeza y ruina a una tercera parte de la población causando 1800 muertos en un censo de 6,000 afectados. Vino después un tiempo de paz en el que se hizo patente el fecundo apostado del dinámico sacerdote Del Llano.
Preocupado por el decoro de la casa de oración donde se da culto a Dios, remozó y embelleció la parroquia: hizo venir abajo los antiguos colaterales que ya habían desmerecido como elementos de ornato; y para esclarecer el templo le “mandó abrir nuevas luces”, embelleció sus paredes con afamadas pinturas del diestro pincel de Barranco; y gracias a la generosidad el Sr. Hernández Orihuela, se cambiaron los pavimentos por mármoles genoveses.
Con el acertado propósito de dedicar el hermoso templo de la Santa Escuela (Santa María de los Siervos) exclusivamente al culto divino, levantó desde cimientos con la valiosa cooperación del Sr. José María Mendizábal, la capilla del Sagrado Corazón de Jesús, capilla que, dentro de la parroquia, fue dedicada a los actos de la Santa Escuela, de la que el Sr. Cura Del Llano fue su “padre de obediencia”.
La sacristía fue dotada de preciosos vasos sagrados y de “buenos paramentos”. Los clásicos arcos inversos que circundaban el atrio fueron sustituidos por modernos barandales; y en los altos campanarios, sonoras nuevas esquilas pregonaban a Orizaba nuevos aires de progreso.
D. José Nicolás Del Llano no sólo se preocupó por el bien espiritual de sus feligreses: su labor sacerdotal estuvo también presente en los problemas comunitarios del pueblo.
La actual calle Poniente 2 que desemboca de lleno en el portón principal del templo era una sucia rúa partida en su parte media por un profundo barranco que le daba paso al río. Lo insalubre del lugar y la ingente necesidad de facilitar el tráfico de peatones y carruajes, reclamaban la construcción de un enorme y costoso puente.
Las autoridades civiles bajo el veleidoso mandato del bufonesco Santa Anna no contaban con los recursos para la onerosa obra; y, como era su costumbre, acudieron al señor Del Llano para solicitarle su ayuda.
Con la cooperación del pueblo a través de una lotería semanaria organizada por el dinámico cura, lotería que fue llamada “de beneficencia pública” se logró construir el puente que fue inaugurado por el Sr. Obispo D. Francisco Pablo el mes de Marzo de 1843. A partir de esta fecha en los anales de esta “Ciudad de los Puentes”, el puente de poniente 2 ha sido conocido como “El Puente de la Beneficencia”, nombre que también se aplicó a la misma céntrica calle.
El antiguo puente de san Juan de Dios, paso obligado de los antiguos trajinantes del valle, se encontraba a la sazón en pésimas condiciones y el señor cura Del Llano intervino en la construcción del enorme puente actual, el cual fue terminado años después de su muerte.
Sobre la pobreza evangélica del Sr. Del Llano y su compasivo corazón para socorrer a los más desafortunados es elocuente el testimonio del Sr. Naredo en su reseña biográfica:
“Dueño de los recursos de su parroquia nada tenía para sí porque su mano jamás se encogía cuando se le presentaban pobres que socorrer, especialmente si eran de la clase vergonzosa. Más de una vez se le vio desprender de los ramos con los que lo obsequiaban por los panegíricos que le encomendaban, las monedas de oro que contenían para dárselas al primer necesitado que encontraba, quedándose sólo con la flor…. El día en que murió sólo tenía en su gaveta 9 reales. Únicamente se le veía estrenar ropa cuando alguno le obsequiaba alguna pieza y sin embargo la humilde que usaba era esmeradamente aseada .Después de su muerte no había ropa interior que ponerle al vestirlo porque sólo tenía dos mudas: una puesta y la otra con la lavandera. José Mendizábal e Isidoro Sota proveyeron a esa necesidad…Mas adelante añade: Sucedía algunas veces que alguien aquejado de alguna necesidad recibía ayuda sin saber de quién, hasta que el tiempo descubría la mano o la influencia del párroco…”
La casa hospital de san Juan de Dios que desde su fundación el año de 1619 hasta 1827 y después de 1834 a 1836 estuvo a cargo de los religiosos laicos de san Juan de Dios, los llamados Padres Juaninos, en tiempos del Sr. Del Llano era administrada por el ayuntamiento.
Las autoridades locales, por falta de recursos o por falta de voluntad, la tenían en el estado más deplorable: el edificio amenazaba ruinas y la atención que se daba a los pocos enfermos que llegaban a ser recibidos dejaba mucho que desear. “El Sr. Cura Del Llano visitó aquella casa y se le oprimió el corazón al presenciar el lastimoso estado que guardaba el único asilo del desgraciado que en medio de su miseria llegaba a enfermarse” (Naredo Ibídem)
Su dinámico celo apostólico a favor de pobres y ricos, pero sobre todo de los más humildes, con presteza buscó soluciones para este ingente problema: con las personas más influyentes y secundado por las autoridades civiles y religiosas, fundó un patronato llamado JUNTA DE CARIDAD para darle nueva vida al moribundo organismo que a lo largo de dos centurias tantas vidas había salvado.
La Junta de Caridad bajo la dirección del Sr. Cura Del Llano, siguiendo los lineamientos de un reglamento implementado por él, no sólo reconstruyó el hospital; sino que levantó nuevas salas con mejores condiciones para el asilo de los enfermos. También incrementó su hacienda para poder atender con mejores medicamentos y bajo su diaria supervisión, a todo el que llamó a sus puertas buscando remedio para sus males.
El Colegio Preparatorio de Orizaba, fundado el 17 de Marzo de 1827 por D. José Miguel Sánchez Oropeza y que fue semillero de tantos intelectuales que dieron brillo a Orizaba, el año 1847 atravesaba por una situación precaria: el Sr. Sánchez Oropeza había renunciado a su puesto de director a fines de 1830 y desde esa fecha, por las graves dificultades causadas por el dictador Santa Anna y la intervención norteamericana, estuvo a punto de cerrar sus aulas.
El párroco de san Miguel, como en toda causa difícil para Orizaba, acudió a rescatar el menguado prestigio de la ilustre casa de estudios: En Junio de 1847 fue nombrado rector del colegio; y gracias a su preparación cultural y a su ingenio administrativo, esa cuna de preclaros intelectuales orizabeños, volvió a dar renombre a Orizaba, la que, por su reconocida cultura, llegó a ser nombrada “La Atenas Veracruzana”
El 27 de Marzo de 1848, bajo la ocupación yanqui, se acercaban a Orizaba “Los Perros”, gruesa partida de bandoleros que con el nombre de “contra guerrilleros norteamericanos” cometían mil atrocidades dondequiera que llegaban.
Los 20 hombres armados llamados “ronda de capa” con los que contaba la población para su defensa, eran insuficientes para enfrentar a los cerca de 100 facinerosos armados; por lo que las autoridades civiles acudieron al señor Del Llano (“el paño de lágrimas”) en busca de ayuda.
El Sr. Del Llano acompañado de las personas más respetables se enfrentó con los “perros” en el Ingenio (Nogales) y ante la persuasiva intervención del respetable sacerdote, el jefe de la gavilla ofreció respetar la ciudad cumpliendo cabalmente su ofrecimiento.
Un mes después, el 23 de Febrero de 1848, el Gral. Norteamericano James Bankead ocupó la plaza y sustituyó a sus autoridades civiles por un Consejo Municipal controlado por él….Durante la ocupación los soldados de Bankead, a excepción de algunos robos de gallinas y cerdos en los pueblos aledaños, respetaron a Orizaba y se comportaron “sin hacerse odiar” gracias a la influencia del Sr. Del Llano y al tino administrativo de Bankead.
Entre los problemas y vicisitudes propios de una ciudad indefensa ante poderosos intrusos, transcurría la provinciana vida de los orizabeños, resignados fatalmente a su suerte, cuando un terrible nuevo suceso cimbró la ciudad entera.
La noche del 10 de Octubre de 1849 una nueva invasión de cólera se extendió como reguero de pólvora; y diez meses después, atacó en forma mortal al venerable benefactor de Orizaba: el Sr. Cura D. José Nicolás Del Llano, contagiado de la peste, agonizaba esa noche entre el pesar general y el llanto sincero de todos sus feligreses.
A las puertas de su casa el pueblo entero montaba guardia esperando su mejoría; pero hacia las tres de la tarde las esquilas de todas las torres anunciaban con tristes golpes el desenlace fatal.
“En esos momentos todos los concurrentes cayeron de rodillas pidiendo al Dios justiciero que recibiese en su Seno el alma de su pastor”. Orizaba se llenó de luto y, a decir de Naredo: “el pavimento de casas y calles recibió las lágrimas de todos sus moradores…”
Los sacerdotes y religiosos integrantes de los cleros secular y regular, las autoridades civiles, los militares y todos los habitantes de la región, decidieron celebrar suntuosas exequias al amado párroco desaparecido. Embalsamaron su cuerpo separando el corazón, que tanto amor prodigó, con el fin de conservarlo en un relicario en los muros del presbiterio del templo hospital de san Juan de Dios.
A las ocho y media de la noche del día siguiente, 12 de Octubre, el cuerpo fue trasladado al templo de la Santa Escuela (Santa María) donde fue acompañado por las lágrimas y oraciones del pueblo mientras se disponían los funerales correspondientes.
El día 13 a las 8 y media de la mañana se inició una procesión muy solemne de la parroquia de san Miguel al templo de la Santa Escuela. Precedida de cruz alta y ciriales, la fúnebre comitiva formada por todos los sacerdotes y religiosos de la región, por el ayuntamiento con su jefe político a la cabeza, y por los demás funcionarios y ciudadanos notables que presidían la innúmera multitud, llegó hasta las puertas de la Santa Escuela, donde se hallaba alineado, en actitud reverente, el batallón de la Guardia Nacional.
Poco después el doliente cortejo marchó de regreso hacia san Miguel conduciendo en solemne procesión el cadáver del llorado sacerdote; y en el templo parroquial quedó expuesto por varias horas a las condolencias del pueblo y a suntuosos funerales, para ser llevado en hombros de personas distinguidas al nicho que se le destinó en la capilla del Sagrado Corazón de Jesús que aún no estaba dedicada al culto.
Treinta días después de la inhumación se celebraron en la parroquia espléndidas honras fúnebres en sufragio de su alma; y durante la ceremonia se colocó el corazón dentro de una artística urna en el centro de un hermoso catafalco en cuyos frentes estaban gravadas sentidas composiciones poéticas del Sr. Joaquín Pesado, poeta que profesó gran cariño al Sr. Cura Del Llano.
Terminadas las ceremonias sagradas la urna fue llevada en hombros de los juristas del Colegio del Estado al templo de san Juan de Dios para ser depositada en un nicho practicado en los muros del lado del Evangelio.
Tiempo después, cuando el templo fue profanado, la reliquia se quitó de la alacena para ser sepultada en el mismo presbiterio.
Don José Nicolás del Llano murió el día 11 de Octubre de 1849, cuando aún no cumplía 53 años de edad y ejerció su apostolado en bien de Orizaba durante 16 años con 5 meses y 18 días. Cincuenta años después de su muerte aún no se borraba el recuerdo del bien derramado por el virtuoso ministro de Cristo y los orizabeños, a iniciativa de doña Josefina Ocampo, decidieron perpetuar ese recuerdo como testimonio perenne para las generaciones siguientes.
Se nombró una junta encabezada por el Sr. D. Gregorio Mendizábal para recabar los fondos necesarios para erigir la escultura, que fue levantada sobre un pedestal de mármol y modelada en bronce por el escultor D. Miguel Noreña.
La estatua representa, como apuntamos arriba, al Sr. Cura D. José Nicolás Del Llano dando socorro a una niña del pueblo. En el pedestal de la estatua se lee el siguiente testimonio debido a la pluma del jesuita Soler, que, traducido de su texto latino, dice lo siguiente:
Varón de poderosa elocuencia Prudente en sus consejos. Abrasado de Caridad Ingenioso en la corrección. Hermano de sus hermanos Afable huésped de sus rivales Defensor de los desvalidos Promovedor del decoro de la Casa de Dios De cristiana piedad a la vez que su promovedor Engrandecedor del ornato de la ciudad Solícito procurador de hospitales Garantía de sus conciudadanos para con las guerrillas Norteamericanas Previsor de acontecimientos futuros Amado superior para su amada grey He aquí el retrato del fiel siervo de Dios JOSE NICOLAS DEL LLANO Quien tuvo a su cargo y rigió la parroquia de Cristo en Orizaba desde el año de 1833 hasta el de 1849 En que falleció.
Imagen: Estatua de D.José Nicolás del Llano