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  • Don Benjamín Maciel Gómez

El Huracán que Azotó a Orizaba en 1940


Los vientos dominantes que, durante casi todos los meses del año soplan sobre el valle de Orizaba, corren ordinariamente del SE al NO y del SSE al NNO.

El viento que los orizabeños conocen como “viento sur”, generalmente sopla día y noche en los meses de Febrero, Marzo y Abril. Corriendo del SO al NE, lo hace, frecuentemente, con tal intensidad, que derriba tejas y desgaja árboles.

El 25 de Diciembre de 1940 a las 20.30 hs., un “viento sur” que se adelantó, llegó a Orizaba con ímpetu tan vertiginoso, que se convirtió en huracán.

Con fuerza descomunal y atemorizantes silbidos, se abatió sobre la ciudad toda la noche del 25 y parte de la de la mañana del 26, dejando a la población en la más completa oscuridad. Los postes del alumbrado público y de las líneas telefónicas yacían retorcidos en las banquetas, doblados como charamuscas; y en la Alameda central, más de 150 árboles colosales, fueron arrancados de raíz por la fuerza del huracán.

Lo mismo les sucedió a los añosos laureles del Parque Alberto López que, en 1892, fueron sacados de la plaza de armas para ser trasplantados en este jardín, conocido aquel año como la Plazuela del Carmen.

Los numerosos patios de vecindad que existieron en Orizaba, hasta antes de la llegada del lNFONAVIT fueron los más afectados: por los aires volaban las deterioradas tejas cargadas de años y de pobreza y las láminas de cartón o zinc que cubrían los apolillados techos de las humildes viviendas proletarias. Después del paso del meteoro, el gobierno estatal aportó la cantidad de $60,000.00, como ayuda para los damnificados.

En el campo, el viento destrozó huertos y sembradíos; en la ciudad, afectó innumerables casas y en el Cuartel Hidalgo dejó varios heridos.

El terrible paso del huracán no respetó ni la paz de los cementerios. En el panteón Juan de la Luz Enríquez, su lúgubre aullido rompió el silencio de las tumbas derribando árboles y monumentos.

Como este fenómeno no es común en esta pacífica urbe, lo hemos considerado con la suficiente importancia, para ser consignado en las páginas de su historia.

Imagen: La Alameda en 1890. Imagen de Lucio Díaz

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