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  • Don Benjamín Maciel Gómez

El MARQUESADO DE SELVA NEVADA


La conquista de México sucedió en una época en la que, en la Europa de los grandes monarcas, las tierras más productivas y quienes las habitaban y trabajaban, pertenecían "por derecho divino" a unos cuantos señorones y señoronas que ostentaban títulos de nobleza, dando así origen al llamado feudalismo.

Cuando Hernán Cortés consumó la conquista, sus soldados los obligaron a repartir entre ellos el botín obtenido y las mejores tierras pasaron a los más audaces, juntamente con sus propietarios indígenas a los que explotaron como trabajadores y esclavos de su pertenencia.

Las tierras en nuestra región, pronto pasaron de Hernán Cortes y de sus soldados, por adjudicación o por venta simulada, a cuatro personajes cuyos títulos de nobleza ha conservado la historia local con los siguientes nombres: Los Marqueses de Sierra Nevada, el Conde del Valle de Orizaba, el Marqués de la Colina y las Marquesas de Selva Nevada.

El 4 de mayo de 1778, previo pago de ayudas y derechos, El Rey de España, Carlos III Concede simultáneamente, a doña Antonia Gómez Rodríguez de Pedroso y a su esposo don Manuel Rodríguez de Pinillos y López Montero, ella criolla y él español, el título de Marqueses de Selva Nevada, estableciendo que el marquesado sólo sería transmitido de madres a hijas y no de padres a hijos como era habitual.

De esta manera la Marquesa Antonia, que por herencia familiar gozaba ya de una cuantiosa fortuna, entró en posesión de la gran hacienda de san José Tema coco en Chalco y de los cuantiosos bienes que, en la vertiente montañosa de Zongolica, tenían los jesuitas y que les fueron expropiados en 1767 al ser deportados por Carlos III.

Los jesuitas poseían la gran Hacienda de Cabras con casas, esclavos y tierras labrantías; y estos bienes puestos en remate el 29 de mayo de 1778, fueron adquiridos en 1779 por el marqués Rodríguez de Pinillos, en la irrisoria suma de $170.000.00 incluyendo otras tierras de Tepeaca.

El marqués Rodríguez de Pinillos muere, supuestamente, en 1785 y la marquesa, a la vez piadosa dama, resultó muy hábil para administrar sus bienes haciendo préstamos de 250 mil pesos a la Casa de Moneda y fundando, en Querétaro, un monasterio carmelita que, en realidad, resultó ser una institución bancaria y un centro de circulación de dinero como un estímulo a comerciantes industriales y agricultores.

Despojados los naturales de sus tierras a quienes les dejaron sólo 600 varas del fundo legal, la marquesa poseía extensos terrenos sembrados de tabaco cobrando a los cosecheros por el número de matas sembradas.

Por sus terrenos de San Andrés Tenejapan, San Francisco Necoxtla, Santiago Naranjal y San Juan Texhuacan los naturales pagaban a la marquesa tributo de arrendamiento, el cual, objetado por sus antiguos dueños, llevaron a la marquesa a sostener largos litigios por su posesión.

La marquesa que residía en la ciudad de México en una fastuosa residencia en la Calle de la Cadena número 9, (hoy Venustiano Carranza) con esclavos negros a su servicio, por medio de su apoderado de 1788 a 1798 sostuvo batalla sin cuartel contra los indios de san Juan del Río (hoy Rafael Delgado) por “pastos invadidos” y en 1792 con el común de San Pedro Tequila por tierras, supuestamente usurpadas.

En el convento carmelita de Querétaro fueron internadas las dos hijas menores de los marqueses y la marquesa misma, quien más tarde hizo profesión de fe dedicando parte de su fortuna a obras piadosas.

Al final de su vida la marquesa Antonia, ya viuda, se retiró al convento de Regina Porta Coeli de la capital de virreinato habitando una elegante celda diseñada para ella por el arquitecto valenciano don Manuel Tolsá. Más tarde pasó a su propio convento de Querétaro donde adopto el nombre de Sor María Antonia de los Dolores.

Al retirarse a la vida conventual le sucede su hija doña Josefa Rodríguez Pinillos Gómez para convertirse en la segunda Marquesa de Selva Nevada y continuar con los largos litigios con los naturales, antiguos dueños de sus extensas tierras.

La tercera Marquesa de Selva Nevada fue doña Soledad Gutiérrez del Rivero Rodríguez de Pinillos, hija de Josefa y nieta de Antonia, quien desposó en 1787 a un español montañés de nombre José Gutiérrez Rivero y vendió sus propiedades en esta región a un hacendado de nombre Agustín Ovando y San Gerónimo.

En este marquesado de Selva Nevada hubo dos marquesas más: doña Josefa Zavalza Gutiérrez del Rivero y doña Asunción Zavalza Gutiérrez del Rivero, descendientes de los Marqueses de Selva Nevada doña Antonia Gómez de Pedroso y don Manuel Rodríguez de Pinillos.

Imagen: Palacio de los marqueses y condes de Selva Nevada en la capital.

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